Douz

Considerada como la Puerta del Desierto, Douz se levanta en el centro de un pequeño oasis y sus orígenes se encuentran en las tribus nómadas de los M´Razig.

Rodeada de doradas dunas el paisaje es sencillamente mágico, esta villa conserva tradiciones ancestrales como su mercado en el que se pueden adquirir originales calcetines de lana de cabra o sus artesanías en piel de camello y los jueves se puede contemplar el bullicioso ambiente que resulta de la venta de camellos.

Desde aquí se puede visitar Zaafrane, centro de los nómada adhara, para contemplar las interminables dunas que acogen diseminadas palmeras. Muy cerca, Nouil, a orillas de Chott el Djerid, una pequeña población que sirve de descanso antes de continuar hacia El Faouar, un oasis alimentado por pozos tradicionales, donde las dunas forman un espectáculo sin igual.


En esta antesala al desierto es donde se encuentra el último oasis antes de la larga marcha al desierto para todavía algunos beduinos que viven la ancestral costumbre nómada.

Cuando la última palmera emerge de la arena, una puerta blanca, sencilla y sin demasiados ornamentos, da paso al desierto del Sahara.

Y, como si de un faro se tratara, recibe a los navegantes que surcan las olas de arena del desierto.

Douz es uno de los lugares más turísticos de Túnez ya que alberga oasis y desierto a su vez. Desde aquí se pueden realizar travesías de una o incluso diez noches por el desierto con mantas y comida para proveerse durante el camino.

Existen bastantes agencias, por lo que es necesario negociar el precio. Hace poco rondaba entre 30 y 40 dinares la noche.

Una noche en el desierto puede dar la idea de lo que significa el Sahara pero, si se dispone de tiempo, es mucho más recomendable pasarse unas cuantas más para llegar al desierto soñado de grandes dunas y arena blanca.

Con una noche, las luces de la ciudad todavía se perfilan en el horizonte y no es difícil encontrar rastros de quads, alguna existente maleza que crece sabe dios cómo en la arena e incluso alguna especie de vertedero popular a escasos metros de la puerta a Douz.

Una noche en el Sahara sería algo así como el desierto del Rajasthan si alguno ha estado por ahí. Muy recomendable por supuesto, pero si disponeis de más días, no lo dudeis ni un minuto.

Por lo que respecta al pueblo de Douz, no existen muchos lugares que visitar pero sí ofrece la sensación de merodear por un pueblo mediador entre nómadas y habitantes del oasis.

La ancha plaza de Souk, con sus arcadas, transporta a unos años atrás y se nota que es temporada baja de turismo en Noviembre por la tranquilidad en las calles y la poca presencia extranjera.

Precisamente en esta localidad se cria una raza de perros que le llaman "SLOUGGUI". Estos perros muy flacos, que a primera vista dan lastima por su apariencia de distroficos frecuentemente resultan ganadores en las "carreras " ya que son capaces de desarrollar una velocidad fenomenal.

Aqui en Douz se encuentran las grandes puertas blancas del desierto. Despues de ellas hay solamente unas arenas sin limites.

Montanas de amarillas, casi blancas arenas. Un mar de arenas movedizas. Para recorrer por las dunas de arenas se necesita algun buen medio de transporte. Y aqui para esto no hay nada mejor que los asi llamados "barcos del desierto", o sea camellos que se ven por aca en grandes cantidades.

Son casi tantos como los turistas que estan locos por montarlos.No vaya a creer que le dejaran montar a camello asi de facil. Hace falta cierta preparacion previa - para comenzar le entregan una amplia camisa a rayas, le enredan en la cabeza algo parecido a un turbante y solo despues le permitiran acercarse al dromedario - camello de una giba. Para esto hace falta algo de destreza.

El camello es un animal caprichoso y puede agacharse en el momento menos esperado y sin previo aviso. Por esto uno debe agarrarse fuertemente con ambas manos a la montadura, rapidamente recoger las piernas y "pegarse" al camello.Si no quiere que el guia los lleve a Ud.

Y a su camello amarrados a una cuerda todo el tiempo, vale la pena entablar relaciones amistosas con su "barco del desierto", o sea conversar carinosamente con el, acariciarle la cabeza, en fin de cuenta - todos los medios son validos.

Un camello alterado no es un animal muy agradable que digamos. Puede hasta pegarle un susto cuando inesperadamente mueve la cabeza, emitiendo sonidos espantosos de furia, sacando la lengua y mostrando sus dientes amarillos a pocos centimetros de su pierna desnuda.

Despues de llegar a un acuerdo con el dromedario uno puede ponerse en marcha. Vale la pena recordar que los camellos al igual que sus guias son sumamente perezosos. Para convencerlos de trepar las grandes dunas se necesita mucha paciencia y un poco de picardia, pero vale la pena - las montanas africanas (la bajada por las laderas de una duna grande en un camello peligrosamente inclinado), no tiene nada que envidiar a la montana rusa, hasta puedes llegar a ser mas divertido.

El caminar del barco del desierto es regular y adormecedor. Seguramente, uno podria hasta dormir en el camino de haber tenido la costumbre.

Cruzamos algunas dunas, tratando en vano de cubrir nuestras caras y salvarnos de las rachas de viento y arena. ?Quien nos mando a cabalgar por el desierto en la epoca de los vientos? No era una tormenta de veras, pero la arena nos entraba por todos lados y no nos permitia disfrutar plenamente del paseo.

Por cada nueva duna no planificada nuestro guia apacible que nos seguia el paso caminando, nos pedia una compensacion - "bakshish" adicional.

Acordando una nueva tarifa le entregamos 5 dinares por tres dunas grandes y un monton de las pequeninas.Al despedirnos con los camellos, nos quitamos el camuflaje de beduinos y con las piernas entumecidas nos alejamos de Douz.


De repente a nuestro lado aparece un lugareno con tres sacos de rosas del desierto y en su ruso incipiente nos grita: "tres pieza - dos dinar". Asombrados por su capacidad linguistica le compramos un par de docenas de estas rosas por 10 dinares.

Despues el hombre nos encima algunas no pocas rosas mas, dejandonos en la confusion - si es que este ano en el Sahara hubo muy buena cosecha de rosas, o era que le pagamos mas de la cuenta o quizas le agradamos tanto que decidio darnoslas casi gratis.

No hay aeropuerto en Douz pero aunque lo hubiera, por nada del mundo habría que perderse el camino entre Tozeur y la puerta de entrada al desierto tunecino.

De pronto, al salir del frondoso palmeral de su oasis, surge —durante los meses de invierno— un mar inmenso, infinito, que se pierde en el horizonte. Es Chott el Djerid, que con sus 5.000 kilómetros cuadrados constituye el lago salado más extenso del Sáhara.

Sólo se puede cruzar por una estrecha carretera de unos cien kilómetros, donde van apareciendo extrañas colinas de sal, rojas, verdes, amarillas, moradas, misteriosas figuras que no se sabe si son reales o espejismos y que terminan confundiéndose con el reflejo de las montañas de Metlaui sobre el agua.

Es un paisaje alucinante, que cambia de forma y aspecto a lo largo del día. Hay que verlo envuelto en la fría niebla de la mañana, con el sol del medio día, pero también en plena noche, cuando el cielo se cubre enteramente de estrellas.

Más tarde o más temprano el punto final es siempre Douz, que significa ‘la Colina Verde’, uno de los grandes oasis del desierto tunecino, con más de ciento cincuenta mil palmeras, incluidas cuarenta mil Deglat Nur, las que producen los mejores dátiles del mundo.


Las crónicas árabes cuentan que cuando llegaron por primera vez en el 671 ya se llamaba Douz y estaba habitado por la tribu de los Mazrigue. La zona está aún llena de vestigios de los muchos pueblos que han pasado por aquí, como los mausoleos de El Ghut y El Mahjoub, cuyo origen se pierde en el tiempo.

Desde entonces nunca ha dejado de ser un punto de referencia para todos los que se sienten atraídos por el Gran Erg del Sáhara. Allí, a pesar de la creciente presencia de todoterrenos y otras máquinas, el rey sigue siendo el dromedario.

Hay alrededor de catorce mil en la zona, aunque sólo hay unos 200 meharis. Son reconocibles de inmediato por su color blanco, su descomunal altura, su carácter soberbio, altivo, pero tremendamente fiel a su dueño. Son sin duda los dromedarios más hermosos que existen, los protagonistas de las grandes carreras que se organizan por el desierto del Norte de África, incluido el mítico maratón de Douz, que se celebra cada invierno.

Es un gran acontecimiento, un espectáculo único con ese toque anacrónico, vano y heroico que lo hace entrar en el mundo de la leyenda.

Aunque cada año son más los europeos que participan en esta prueba, no es apto para todos. El esfuerzo es inmenso y sólo está reservado para algunos elegidos.

Los simples mortales se tienen que conformar con una aventura por el desierto. Lo fácil e inmediato es elegir una excursión en 4X4, aunque nada es comparable a realizarla a lomos de un camello, de una raza con menos pedigrí que los meharis (aunque más manejables) y acompañados de un guía, quizá de alguno de esos superhombres capaces de soportar la dureza del maratón y de un buen aprovisionamiento.

Durante dos o tres días desaparecen los puntos de referencia tradicionales para un hombre occidental. Hay que aprender el secreto de los ergs, de los regs, de las hamadhas, accidentes del terreno que cambian de aspecto, de lugar sin previo aviso. Pero rápidamente se descubre que el desierto no es sinónimo de vacío y mucho menos de muerte.

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